Las Caras de la Migraña – Alicia

La historia de Alicia Vega. 32 años, Vive en Palma de Mallorca.
Enfrentando cada día la invisibilidad de su migraña.

Mi historia empezó cuando tenía 13/14 años. Un día de repente me desperté con un dolor de cabeza raro, como si me dieran con un martillo repetidamente en la sien.

Ocurrió varios días seguidos, dolor incapacitante, las luces me molestaban, los ruidos también. Diagnóstico de migraña. 

Desde entonces baile de pastillas para intentar frenar las crisis, para combatir el dolor. Nada funcionaba solo recibía los efectos secundarios de los medicamentos, que me incapacitaron aún más o subía de peso (recordemos que era una adolescente, verse enferma y gorda ante una sociedad cruel no era de ayuda) No podía hacía planes porqué mi migraña aparecía de golpe y los tenía que anular. Esto provocó que varías «amigas” me dieran de lado por incomprensión y falta de empatía hacia mi problema, como no se ve el dolor, como no puedes demostrar el dolor de cabeza, tenía cuento, me lo inventaba (según estas personas). 16 años, amigas perdidas, estudios tambaleando, más gorda por unas pastillas que no funcionan, con comentarios de que no estoy enferma es cuento, entró en una depresión que arrastró hasta hoy en día. Así que con más medicación, mi estado emocional condiciona la migraña y ésta mi estado emocional, un bucle peligroso, difícil de romper.

Además no pude llevar una adolescencia “normativa” no salía de fiesta, ni de botellón, ni bebía alcohol hasta emborracharme puesto que todo eso me daba migraña y tampoco quería mezclar alcohol con todas las pastillas que tomaba, así pues mientras todos los demás lo pasaban bien los fines de semana, yo me refugiaba en la soledad de mi cuarto, mis libros y poco más.

No echo de menos emborracharme, pero si ser como los demás, preferiría haber escogido por mí misma.

Los medicamentos no funcionaban todo lo que correspondería, mis ataques de migraña cada vez eran más fuertes y duraderas, tenía más de 15 al mes, incluso una vez de un mes de 31 días solo estuve bien 4 de ellos. Probamos de todo, y digo probamos porqué mi madre me acompañaba incansablemente, acupuntura, medicina alternativa, remedios caseros, eliminación de alimentos, meditación… nada funcionaba. Dinero, tiempo y esperanzas perdidas en cada intento. También probé varios neurólogos, me hicieron todas las pruebas necesarias para intentar encontrar un desencadenante: Tac’s, resonancia magnética, pruebas de celiaquía, electros, pruebas de potencial evocado, punción lumbar, etc. Todo bien, lo que para muchos sería una alegría para mí era una desilusión, no podía encontrar una causa a mi enfermedad y por lo tanto una solución. 

Las visitas a urgencias se sucedían, necesitaba (y aún necesito) medicación en vena, cada vez más fuerte. Si no funcionaba me ingresaban en planta. He llegado a estar 10 días ingresada con calmantes en vena.

A los 24 años, 10 años después de empezar con la migraña el diagnóstico cambió, ya no era simplemente cefalea migraña, ahora era MIGRAÑA CRÓNICA BILATERAL REACTIVA, 4 palabras que me condicionan la vida.

Pese a todo no dejo de estudiar, quiero llegar a ser Maestra de Educación Infantil, mi sueño desde que tengo uso de razón, bachillerato a distancia para poder compaginar los estudios no con un trabajo, sino con la enfermedad. Apruebo a la primera la selectividad, entró en la universidad en primeras listas, todo bien, genial, mi sueño está más cerca, o eso pensaba.

A pesar de todo el esfuerzo, de estar en un entorno donde se supone que la gente es madura, somos mayores de edad vuelvo a encontrarme la incomprensión y la falta de empatía no solo de compañeros, sino también de profesores.

Excluirme de trabajos grupales porque no puedo quedar para hacer los trabajos (pese a que siempre enviaba mi parte puntualmente, aunque ello significara quedarme despierta de madrugada cuando la migraña aflojara), profesores que no entendían que no podía ir al médico de cabecera cada vez que tenía migraña para entregar un justificante médico para las faltas de asistencia, etc.

En una carrera de 4 años, llevo 13 años, con todo lo que implica emocionalmente, sentirme una inútil, sentir que no valgo, sentir que no hay inclusión para una enfermedad invisible. Ver como compañeros se gradúan y tú sigues en las aulas peleando. Ver como ellos trabajan, se casan, tienen hijos y tú sigues anclada en intentar conseguir un sueño. Un sueño que cada vez se acerca a ser una pesadilla, un sueño que exige hacer unas prácticas que no puedo llevar a cabo por mi enfermedad. Pese a tener concedida una incapacidad del 33%, si ese es otro trago, llevar la etiqueta de discapacitada, es un mazazo, te hace sentir peor de lo que ya te sientes, o que estás más enferma de lo que crees, pese a ello desde la universidad no son capaces de adaptarme las prácticas de manera factible, no saben, pueden o ¿quieren? Facilitarme el cumplimiento de las horas pactadas. Y cada año que lo intento y por supuesto fracaso, es un golpe muy duro emocionalmente, un golpe a una frágil autoestima, un golpe que me hace plantear mil cosas y todas malas. No puedo conseguir mi sueño, no sirvo, no puedo, no me dejan, no seré nada en la vida. Como ya he mencionado, esto hace que entre en un bucle que empeora mi migraña.

En mayo de este año, ingresé por una crisis de ansiedad y con protocolo autolítico en psiquiatría. 

Ahora un mes después estoy en proceso de sanar emocionalmente de nuevo, de plantearme de nuevo que quiero y que puedo hacer en mi vida. Todo ello sabiendo que se verá condicionado por LA MIGRAÑA y por cómo la sociedad la ve, como sigue siendo una enfermedad invisible, una enfermedad que muchos creen que es un simple dolor de cabeza o que padecer migraña es tener 2 o 3 dolores fuertes de cabeza al mes. 

Una enfermedad que para mí ha significado perder mucho, y estar a punto de perderlo todo.

Esta es la historia de Alicia. Pero puede ser la tuya. Seguro que compartes mucho con ella, o conoces a alguien que haya pasado por lo mismo.
Al compartir nuestras historias, damos luz a Las Caras de la Migraña, ofreciendo esperanza y comprensión.
Tu relato puede ayudar a otros en su lucha.
Recuerda, en esta batalla, no estás solo.
Juntas, somos más fuertes.


Patricia 💋
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