Las caras de la migraña – Ana

La historia de Ana. Ana Pérez, 18 años, vive en Alicante.

Mi historia con la migraña empieza a los 11 años.
Cada día, al volver del colegio, me quejaba de dolor de cabeza.
Todos los días la misma historia. Todos los días, el dolor.
Mis padres, pensando que eran simples quejas infantiles, «cosas de niños», decían, no les dieron importancia. Finalmente un día me llevaron al oculista.
Aunque las gafas fueron necesarias, no solucionaron mi problema, pero como ellos seguían pensando que era por la vista, y seguían sin hacerme caso, opté por callar, callar mi dolor y sufrimiento.

El silencio duró dos años.
El dolor se fue intensificando. Cada vez más fuertes y más frecuentes. Y por fin, un bendito día mis padres decidieron llevarme al médico y éste me dijo que el dolor sí que podía ser de mi migraña y me dieron una medicación para seguir con mi vida normal.

Hace aproximadamente un año, los dolores volvieron a aparecer. Ahora sí que sí, nada de sólo dolor de cabeza, sino que ya venían acompañados de náuseas, vómitos, fotofobia, cansancio…
Y llegó mi peor temporada, ¡entrar en segundo de bachillerato! Con el estrés, los exámenes, el deporte… Hasta que un día, el cuerpo ya no pudo más.
Mi situación se agravó. Llegaba cada día a casa de las clases y me pasaba la tarde tumbada en la cama con tapones y las persianas bajadas. Cada vez soportaba menos horas de clase, hasta el punto de tener que abandonar las clases. Me pasé 3 meses en cama, sin poder apenas hacer nada, sumida en un dolor constante.

Solo tenía dolor, dolor y más dolor.

Volví al médico. Me diagnosticó migraña crónica.

Tuve que tomarme el tiempo necesario para volver a estar al 100%.
Tuve que ir aprendiendo a vivir con ello. Día a día voy aprendiendo a manejarlas y a difundirlas, para que esto tenga una cura.

Esta es la historia de Ana. Compartir nuestras vivencias es vital.
No estás solo en esta lucha.
Juntos, podemos encontrar fuerza y comprensión.
Recordemos que con nuestra historia, podemos ayudar a los demás. No estamos solos.
Esta historia es un recordatorio de que no debemos banalizar ni normalizar el dolor. No se trata de buscar culpables, sino de encontrar soluciones a tiempo.

 Patricia 💋
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