Las caras de la migraña – Marta

La historia de Marta. Marta Hoz, 41 años, vive en Santander.

Mi historia con la migraña debuta en la adolescencia con mis primeras menstruaciones. En esa época, el médico de familia, no le daba más importancia porque a algunas mujeres les duele la cabeza con la regla. Un nolotil y chimpun. Pero, lo cierto es que esos dolores de cabeza me hacían estar «tirada por los rincones» y aquellos nolotiles no siempre funcionaban.
Estaba tan acostumbrada a tomarlos que me llamó muchísimo la atención cuando durante un campamento de verano, con 13 años, el médico no me querida dar uno para mi dolor de cabeza porque era una cría y aquello muy fuerte.
Y así, con el dolor de cabeza mensual más la dismenorrea llegue a la edad adulta en la que normalicé completamente el dolor porque todos los médicos que me encontraba no le daban importancia por ser yo una mujer joven pero, sobre todo por ser mujer.
No sería hasta 2014 cuando tras una cirugía por endometriosis se me pauta un tratamiento hormonal combinado con estrógenos cuando todo cambió.
Recuerdo que hacía poco había iniciado el tratamiento cuando un día comencé a sentirme muy mal y un dolor de cabeza terrible, indescriptible, me llevó a la cama. El dolor era tal que pensé me estaba dando un derrame cerebral. Muy asustada le dije a mi pareja que llamara a una ambulancia, dejara a nuestro bebé con mis padres que me estaba dando algo.
Al llamar al teléfono de emergencia sanitaria no nos hicieron caso. Así que fuimos en nuestro vehículo a las urgencias hospitalarias.
Recuerdo que tenía náuseas, el dolor tras el ojo, la pérdida de visión, el «algo» a punto de reventar en mi cabeza…. pero, me pincharon un nolotil y sacaron sangre. 6 horas después me dijeron que tenía que dejar las hormonas, que me habían citado con neurología y que todo estaba bien. Que era una migraña.
No recuerdo cuánto tardó aquella consulta de neurología pero sí que tras ese primer ataque Heavy de migraña ya nunca han parado.
En 2015 aquel jovencísimo doctor me explicó qué era la migraña y tener aura visual. Me pidió las pruebas protocolarias, y pautó las primeras pastillas específicas para el dolor e hizo un documento en donde se decía que no podía tomar estrógenos pues con una endometriosis profunda hasta ese momento eran parte del tratamiento.
Y tras aquella consulta nada ha ido bien.
Las pastillas funcionaron unos meses, me los cambiaron por otros que tampoco me mejoraron nada.
Y así, probando medicamentos orales sin resultado mi migraña fue estableciéndose hasta llegar a vivir con ella activa 24/7.
Durante el confinamiento lo pude llevar algo mejor al no tener que trabajar frente a una pantalla de ordenar y estar bajo los fluorescentes de una oficina, sí estaba en el paro, pero mi migraña es cuando mejor está, cuando no tengo vida laboral pues siendo administrativa es muy complejo poder estar en el trabajo lidiando con el aura visual y del habla, más el dolor constante que actualmente tengo.
Cuando por fin se reanudaron las consultas presenciales y siendo paciente con migraña que no respondía a otros tratamientos (durante 8 años experimentando prueba error) me ofrecieron al fin la toxina botulínica, que tampoco me ayudó nada ni en su dosis más alta.
En la actualidad llevo más de 1 año con tratamiento biológico, pinchandome todos los meses en mi casam lo que ha logrado que la migraña baje a unos 18 días al mes salvo si vivo épocas de alto estrés, o hay luces que me molesten como los fluorescentes, pase mucho delante del pc (sigo trabajando de administrativa así que esto es imposible) o existan ruidos/vibraciones determinadas que me activen la migraña.

Convivir conmigo sé que es difícil pues a mi hijo hay días que le pido que no silve, cante o haga «x» ruido porque noto como aumenta la migraña. Él está acostumbrado y en la medida que su edad se lo permite me ayuda. Pero, en el trabajo también es duro. Me siento completamente vulnerable cuando estoy con el aura del habla pues digo hablo con frases sin lógica o no se me olvidan palabras y me entra la angustia porque soy consciente de ello lo que es aún peor. Mi compañera de mesa lo sabe y hace un esfuerzo increíble para entenderme y jamás corregirme o decirme algo que me
pueda poner más nerviosa. Pero, otras personas no son ella. Escribir me supone también una constante revisión porque aunque lo relea soy incapaz, muchas veces de detectar el error.

En definitiva, vivir con migraña crónica es completamente limitante y es una lástima que no se de la importancia que tiene ser un enfermo con esta patología. A la sociedad le queda mucho por hacer.

Esta es la historia de Marta.

Al compartir estas experiencias, espero arrojar luz sobre las muchas caras de esta condición, recordándonos que no estamos solos en esta lucha.
Tu historia también tiene el poder de inspirar y apoyar a otros.
Juntos, podemos enfrentar los desafíos de la migraña con solidaridad y esperanza.

 Patricia 💋
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